CHAMPAGNE PARA DESAYUNAR

CHAMPAGNE Y MÚSICA DE FONDO. TÚ ENTRE TODOS: NOTHING COMPARES 2U

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Después de algún tiempo vuelve nuestra colaboradora Be naïve, con su sección; Champagne y música de fondo, para conjugar a la perfección las letras y la música.

 

Post en colaboración con el blog Champagne para desayunar

 

TÚ ENTRE TODOS

CHAMPAGNE Y MÚSICA DE FONDO: NOTHING COMPARES 2 U.

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Llevo tiempo sin tener entre mis dedos una copa de este Champagne entre cuyas burbujas se encierra la sal del mar, el azul del cielo, la tierra mojada tras la lluvia…. la vida; tiempo enredada entre versos que me asaltan en los pasos de cebra, en los cafes de la mañana o en las mañana a secas, en el cine, de vuelta a casa o en mitad de la noche cerrada. Unos versos que se quedan en el aire, como puntos suspensivos que esperan un punto y final definitivo, hasta que lo buscan, tozudos, lo encuentran y se ordenan poquito a poco en lo que será el Poemario «Florencia es mía».

Pero hay tardes de domingo que me las debo, como ésta en que recuerdo ese puñado de post que espera en el cuaderno su fecha de salida, algunos tan desvaídos ya que apenas soy capaz de distinguir la razón _emoción _ que me impulsó a escribirlos (y menos aún la que me hizo dejarlos a medias); tardes en que parece que el mundo se ha parado ahí fuera y te concede tiempo y te regala espacio para volver a estas letras, gentiles y romas, y  me dejo caer en ellas buscando refugio al tiempo que abro mi cajita de música y una pequeña bailarina, apenas sostenida sobre las puntas de sus zapatillas y a punto de quebrarse, como una mañana clara de febrero, comienza a danzar al compás de una bella canción.

Son tardes de nostalgia y la nostalgia, ya se sabe, se toma a tragos largos y con música de fondo.

Por eso, hoy he decidido acercarme a ese Gramófono que espera callado a que el ruido ceda ante la música: la escojo a ella, mañana clara como esa bailarina que gira y gira a punto de quebrarse; y, desde el principio, su voz  obra la magia de transformar el aire y de llenarlo de una verdad incontestable: Nothing compares 2 u.

Todos los amores y los desamores de una década entera cupieron en ella entonces. Historias de las que ya sólo se acuerda la nostalgia.

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La literatura está llena de grandes amores: Anna Karenina y el conde Vronski, Romeo y Julieta, Jay Gatsby y Daisy Fay Buchanan, Yuri Andréyevich Zhivago y Lara Antípova.

Palabras, dirás

También el cine está lleno de grandes amores: Katie Moroski y Hubbell (en Tal como eramos), MIchel Marnet y Terry McKay (en Tu y yo), Robert y Francesca (en Los puentes de Madison)…  La dama y el vagabundo. Ficción, dirás.

Hasta la música está llena de grandes amores, como la historia de la princesa Turandot y Calaf, en la opera de Puccini.  …Letras, notas, dirás.

Pero yo lo he visto. En Verona, en la casa de Julieta, las historias de amor se levantan por las paredes como una hiedra inacabable que abrazara al mundo y, en su abrazo, le negara que sea verdad que estamos perdidos, que el amor se ha extinguido y que ya no quedan historias que hagan historia. 

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Hace unos segundos que la aguja rompe el aire que se alza sobre el vinilo, los mismos en que yo he viajado de nuevo a aquella Verona a donde fui con los ojos tan abiertos que, por primera vez, dejé de mirar(te) y (me) vi… A medida que Sinead alza su vuelo triste, como un pájaro roto, tu nombre se expande desde el trastero de los recuerdos, tocándolo todo, reclamando con fuerza su sitio en las cosas. Hay temas que te traen de vuelta ineludiblemente y hoy, con la fragilidad de la O´Connor a flor de piel, abriendo las profundidades de los sentimientos, sería imposible esquivarte.

Quizás porque sigue sin haber nada como el zumo de naranja recién exprimido una mañana de sábado, como el chocolate una tarde cualquiera, como el sol acariciándote el pelo, como Edith Piaf acompañando un vino tinto, como los ojos de Fada, como Desayuno con diamantes, como Casablanca, como la opera, como Florencia…

Como tú (para mí).

Como yo (para tí)

Sí, las hay (historias de amor). Yo lo he visto incluso sin ir a Verona. En ti, en mí. En nosotros. Y pude tocarlo, y era tan verdad que no pudo ser historia, ni ficción, ni letra. Y, por eso mismo, se convirtió en la medida con la que comparar todo lo demás; pero ni todo lo demás junto alcanzaba, alcanza y, posiblemente, alcanzará. Será que, como en la canción, «since u been gone I can do whatever I want, I can see whomever I choose, I can eat my dinner in a fancy restaurant but nothing,I said nothing, can take away these blues `cause nothing compares… nothing compares to you»

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Y mientras la impotencia, atada a una voz tan bella como triste, araña las cuatro paredes de esta habitación, resulta imposible no recordar ese primer plano de Sinnead O´Connor, quebradiza y delicada, como quebradizas y delicadas son las historias de amor.

Recuerdo entonces que quise elegirte libremente cada mañana y querer elegirte, de ese modo, cada día.

Elegir-TE, así, conjugado en presente y sin condicionales, para llegar a lo más lejos, a lo más alto, «a lo más» cuando el viento pactara con nostros una tregua y nos elevara a los cielos y, sobre todo, cuando se tornara fuerza desatada que nos empujara contra las rocas de un infierno en el que corrieramos el riesgo de quemarnos.

Cuando juntos fueramos más fuertes y, sobre todo, cuando nos volvieramos débiles de tanto querer. Cuando la vida fuera una fiesta y cuando las serpentinas y los globos desinflados cubriendo el suelo nos recordaran el naufragio momentáneo de la alegría.

Quise decidir que mi casa eran tus manos, porque en ellas hallaba paz; que mi dirección tus pasos, porque ellos sabrían el camino de esta desorientada sin remedio.

Elegirte, que era elegir tus manias para obviarlas, tus defectos para compensarlos, tus errores para perdonarlos.

Que era «tú» entre todos.

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Fui incapaz: amar no es elegir, es todo lo contrario precisamente porque no se tiene capacidad de eleccion, ni  escapatoria, ni salvación. (Ni la quieres).

Es la conciencia de que eres tú no porque quiera sino porque no puedo dejar de querer. Por eso, no elegí que fueras mi casa ni mi camino…. pero no pude (ni quise) evitarlo aunque supiera el final de antemano; … aunque juntos fueramos, ya de inicio, quebradizos y delicados como las grandes historias de amor, como las mañanas claras de febrero, como Sinead O´Connor, … como esta balada que, a pesar de todo, dibuja en el aire notas tan bellas que te atrapan: tela de araña con hilos de oro.

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El amor es irremediable. Inapelable, inexcusable, ineludible. Y no es que bajes las armas y te rindas, es que te vuelves bandera blanca en mitad de la oscuridad, es que te entregas desarmado, a pecho descubierto y con el pecho abierto,  Aunque, después, lo único que siga en pie sea Verona.

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Sí, la historia está llena de grandes amores; ¿o es que no lo ves en estas letras que son de un amor que es historia y que ya sólo puede vivir en la ficción?

 

En la ficción (la de estos post, que sólo son cuentos que ya no cuentan para nada), y en las canciones porque en ellas …(aún) nada puede compararse a tí.

 

(Sinead O´Conor interpreta el tema originario de Prince y se convierte en la versión más famosa de este “Nothing compares 2”. Su aparente fragilidad y la profundidad del sentimiento con que canta se nos grabó en la retina a todos)

Since u been gone I can do whatever I want
I can see whomever I choose
I can eat my dinner in a fancy restaurant
But nothing
I said nothing can take away these blues
`Cause nothing compares
Nothing compares 2 u”

Autora: Be naïve

Blog: champagne para desayunar

COME AWAY WITH ME

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SECCIÓN CHAMPAGNE Y MÚSICA DE FONDO

«2º POST EN COLABORACIÓN CON EL BLOG  CHAMPAGNE PARA DESAYUNAR«

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Me callas con un beso, mientras el cigarro se consume y el primer café de la mañana se nos ha hecho mediodía. Podríamos perder la noción del tiempo, que dejara de salir el sol los días pares, y no importaría en absoluto; no alteraría el orden perfecto en que se sucede lo importante: tú, yo; yo, tú. Universo perfecto.

Me callas con un beso y me das la espalda y te veo, como tantas veces, acercarte al gramófono; tu espalda lleva aún las marcas de mis dedos dibujando símbolos tribales sobre ella y del carmín de mis labios sedientos, que han bebido de ti; y, desde la distancia, me sigue pareciendo que su contorno y el de la mía se dibujaron de un sólo trazo.

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Retiras el vinilo, alargas la mano, tanteas al azar otro que lo sustituya y levantas la aguja suavemente. Apenas te detienes un segundo esperando: Norah Jones. Tu cabeza asiente imperceptiblemente, la mía copia el gesto, reflejo de ti, justo en el momento en que se abre paso ese ruego leve, ese «Come away with me», un canto de sirena que no implora, que simplemente enuncia una realidad contra la que no cabe resistencia alguna, con una voz tan dulce y serena que sustraerse a ella sería imperdonable.

Y es que, en ese preciso instante, los dos hemos vuelto a vernos, exhaustos, el corazón desollado, los ojos en los ojos preguntando si avanzar o retroceder, midiendo las fuerzas, la valentía, tanteando la dimensión del abismo, el de quedarse en tierra firme quiero decir, que el vacío de saltar jamás pudo compararse al helor de permanecer quieto … sin ti, sin mí.

Ninguno de los dos fuimos nunca de sangre fría, pero juntos ardíamos y a punto estuvimos de consumirnos en el infierno, faquires de un amor incandescente del que había que huir o morir en el intento. Difícil encrucijada que resolviste encontrando la solución a la ecuación: quererse como niños, amarse como adultos.

Me enternece recordarte ahora, en una mano los miedos, apenas atados con la cuerda con la que habías puesto el reloj en hora, latiendo vivos, tratando de ganar posiciones; en la otra, con pulso tembloroso, tu futuro. Podía reconocerlo sin lugar a dudas; al fin y al cabo pasé mis dedos por él mil veces mientras lo unía milimétricamente al mío. Jamás un hombre fue tan atractivo como tú, dividido, roto en dos, pero cierto, frente a mí, entregando lo más valioso que se puede entregar, el miedo y la voluntad tozuda de no darle tregua y apostarlo todo aunque se pierda.

Te imaginé sopesando, bordeando la línea, sintiéndola un precipicio al que saltar se convertía… quizás en todo, quizás en nada, como una moneda al caer: cara o cruz.

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Y rompiste a hablar. Porque tu voz quebró, rompió, la inercia que nos empujaba a protegernos de las llamas, abocándonos a una vida templada de amores templados. Tu voz salía de la trinchera, sin fusil, no para rendirse sino para ganar, para ganarme con una sola palabra:

Ven.

Quise decirte…que recordaras que me gusta hacer castillos en el aire y dejarlos suspendidos mientras todo pasa por debajo, que tropiezo una y mil veces con la misma piedra. Y también con la realidad. Que, si unes la linea que hay entre mis huellas, verás que tiende la mitad más una de las veces a la utopía.

Que no soy práctica, ni puntual, ni ordenada. Que las únicas monedas que me interesan son las de cambio … para negociar besos; que en mis noches en vela me he aprendido los colores del arcoíris y cada palabra que me escribiste.

Que no sé coser, aunque sabría unir tus heridas con hilo de plata si me dejaras.

Que soy incapaz de encontrar la dirección correcta a ninguna parte, salvo a ti, que me la sé de memoria por tierra, mar y aire. Que si cierro fuerte los ojos, aún no te has ido y que podría dibujar toda la noche símbolos tribales sobre tu espalda sin ceder al sueño. Que jamás te necesitaré pero que puedo quererte para siempre.

Que me equivoco más de lo que la paciencia podría soportar. Que soy irremediablamente imperfecta. Y tuya.

Pero no hizo falta.  Ven, repetiste… Conmigo. Zanjaste.  La moneda había caído de cara. Y en ese instante tú, TÚ, te convertiste en mi latitud, en mis coordenadas.

 

Voy.

Y ahora Norah Jones derrama esa súplica por el salón, demorándose en la piel del sofá y en la de nuestros cuerpos y, mientras nos envuelve mansa pero pertinaz, los dos recordamos que tú supiste, quisiste y pudiste conjugar el verbo amar en su más pura expresión: Ven. Y yo, haciendo reciproco tu coraje, fui.  …

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Era una noche calurosa, de julio, aquella en que en un intermedio del intermedio de nuestras vidas, decidimos ser un contigo, y no un sin ti.

Sonrío, pensando en esas breves e inocuas decisiones del día a día, como cambiar un vinilo por otro. Sonrío porque recuerdo que sí, que te cosí las heridas con hilo de plata y que jamás aprendí a ser ordenada y que, precisamente por eso, mis discos no están colocados en orden alfabético, como los tuyos, y que al lado del de Norah Jones olvidé algún día aquel de la Chapman con el que, incapaces de decir lo siento, te amo, quédate a mi lado, habríamos cedido al miedo: Baby can I hold you. Inevitable imaginarlo con la capa de polvo del olvido, la misma que cubre lo que pudo haber sido y no fue, solo que en esta oportunidad lo que sí fue era lo inevitable. Porque hay amores que son eso, inevitables.

Te giras, me miras y sé que el infierno queda en la esquina de una calle que ya no me pilla de paso, porque pronuncias mi nombre y me llamas (Come away with me…) mientras tus pasos gravitan hacia mí, y converges, y convergo. Y podríamos perder la noción del tiempo, que el sol dejara de salir los años pares, y no importaría.

 

Come away with me… 

Y yo a tí. 

 

 

Autora: Be naive

Blog: Champagne para desayunar